Luz Nocturna - SEXO GRUPAL
   
 
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Desde la antigüedad, el sexo ha buscado distintos caminos para diversificar también sus formas de placer. Uno de ellos es cuando se practica en grupo. ¿En qué radica el atractivo de invitar a todos a la fiesta?
El genial Pablo Picasso alguna vez sentenció: “El arte nunca es casto”. No cuesta demasiado creerle mientras observamos su pintura sobre las orgías en la cual, tratamiento cubista distorsionado de por medio, el dios Dionisio toca la flauta entre un amasijo de hombres y mujeres desnudos dedicados a amarse desbocada y apasionadamente. El arte, como reflejo de los impulsos más íntimos y básicos del hombre, siempre ha tenido influencias sexuales. Y entre los deseos más mundanos, uno común es la participación en una sesión de sexo grupal. Tiziano también representó una en "Bacanal", en la que un grupo bebe y retoza desnudo en la campiña. Édouard-Henri Avril es bastante más explícito en su retrato de una orgía con cuerpos desnudos que disfrutan sin tapujos del sexo. Muchos hemos fantaseado alguna vez con participar en una sesión multitudinaria, en la que hasta el mínimo espacio de piel es un territorio sin dueño. Un acto cuyo eje conductor sea el puro placer, lujuria desatada para la que la inhibición o la desaprobación moral no deja cabida. Participar de una orgía es una fantasía casi universal, pero, ¿qué nos resulta tan atractivo y deseable de estas situaciones?, ¿por qué es una fantasía compartida entre hombres y mujeres por igual?

LA BACANAL , DE TIZIANO
 

La gama de actividades sexuales no parece tener límites, salvo el que impone la imaginación. En “Apagón” de Arthur Hailey uno espera encontrarse con las tribulaciones de la población ante la falta de electricidad, pero se topa con aventuras grotescas: alguien mantiene una relación sexual con la esposa de un amigo el día que le comunica la muerte de éste; un hombre acepta que su amigo tenga relaciones con su esposa porque él mismo no es fértil; el hombre aprovecha también para acostarse con la hermana de la esposa. Y para rematarla, un hombre tiene relaciones con una mujer cuadripléjica que solo podía mover la cabeza (de ella).


Existen, sin embargo, ciertas actividades sexuales que sin llegar a estas situaciones extremas y excepcionales, suelen ser cuestionadas o mal vistas por ciertos sectores de la población: el sexo grupal, a veces calificado despectivamente como orgía.


Convendremos en la presente nota en definir sexo grupal como una actividad sexual con las siguientes características:

1) Participan tres o más personas, y aquí pueden darse muchas posibilidades: tríos (tres hombres, tres mujeres, tres personas donde al menos una de ellas sea del otro sexo), cuartetos (dos parejas), etc.

2) Tienen sexo en un mismo espacio físico. Pueden estar en la misma cama o en camas diferentes, pero en la misma habitación de manera que todos puedan verse. Los espacios físicos donde se realiza sexo grupal son principalmente tres: domicilios particulares, albergues transitorios que admiten más de dos personas, y lugares pagos con espacios públicos con butacas, sofás, camas, habitaciones, salones de baile y hasta piscinas.

3) La participación puede ser activa o pasiva, entendiendo intervención activa como un ‘hacer algo’ (penetrar, succionar, mirar, acariciar, etc), e intervención pasiva como un ‘dejarse hacer algo’ (ser penetrado, ser succionado, ser mirado, ser acariciado, etc).

4) La participación es presencial: el sexo grupal virtual mediante chats no exige tanto compromiso como la relación presencial.

5) Supone personas reales, no simplemente imaginarias como el caso de una pareja donde uno o ambos, mientras hacen el amor, fantasean con otra persona incluso con el consentimiento del otro.

6) Pueden interactuar todos juntos y/o en sub-grupos.

7) La motivación no es comercial sino el mero placer de compartir experiencias. Nadie recibe un pago por lo que hace, lo cual descarta en principio espectáculos de stripers, parejas que contratan mujeres o travestis, etc.

8) Admite algunas variantes típicas. Conocidas variantes del sexo grupal son los swingers y el ‘menage a trois’. En el primer caso, dos parejas intercambian sexualmente a sus respectivos partenaires, o al menos cada pareja hace el amor a la vista de la otra. Frecuentemente se trata de parejas estables, incluso con años de matrimonio exitoso, aunque también hay parejas ocasionales que han decidido incursionar en esta actividad. En el segundo caso, generalmente dos hombres y una mujer, el vínculo que los une es más profundo y comprometido, y va más allá de lo sexual: ambos hombres aman a la mujer y la mujer ama a ambos hombres.

LA BACANAL DE AUGUSTE LEVEQUE


En lo que sigue se describirán algunos testimonios obtenidos de fuentes confiables (una pareja swinger, un documental televisivo y un habitué de cines porno) y, a continuación, se intentará indagar sobre las razones que llevan a desear el sexo grupal y sobre las que llevan a rechazarlo.

Algunos testimonios.- Nuestros informantes, que nos han brindado información mediante el Messenger, son una pareja estable de edad madura, ambos separados, que conviven desde hace dos años. Manifiestan haber tenido desde el primer momento una actividad sexual muy satisfactoria, porque han podido expresar y a veces realizar diversas fantasías que no han manifestado ni concretado con sus anteriores parejas. Hasta el momento en que se conocieron, ninguno de los dos había tenido experiencias de sexo grupal.
Todo comenzó cuando él expresó la fantasía de estar con un tercero hombre. En un primer momento ella reaccionó diciendo que eso no era una fantasía suya, pero poco después le dijo que le interesaba y que se podía probar. El sintió en ese momento una ‘extraña mezcla de excitación y celos’, y decidieron seguir adelante y comenzaron a frecuentar boliches para swingers y sitios de contactos en Internet.

 LA BACANAL DE EDOUART HENRI AVRIL

Sin necesidad de describir detalles que puedan herir la susceptibilidad del lector, he aquí una síntesis de sus experiencias.
El sólo hecho de mirar lo que hacían los demás en los boliches y de intercambiar mensajes en los sitios de contactos elevó sus niveles de excitación sexual, y sus encuentros sexuales entre ellos dos comenzaron a cobrar más intensidad y frecuencia.
Finalmente se decidieron y tuvieron hasta el momento de la charla cinco encuentros a lo largo de un año: dos con sendas parejas y tres con un hombre diferente cada vez. El balance que obtuvieron fue satisfactorio, porque los aspectos positivos fueron más que los aspectos negativos. Entre los aspectos positivos declararon haber conocido gente que valía la pena, disfrutar viéndolos hacer el amor, y el hecho de que esos encuentros potenciaban la vida sexual de ellos como pareja. Entre los aspectos negativos, el hombre tuvo algunos problemas de erección cuando estaban con otra pareja, pero no cuando estaban con el tercero, mientras que la mujer sintió por momentos –no siempre- estar haciendo el amor con alguien que no conocía y que buscaba su propio placer sin tener en cuenta sus tiempos, aún cuando no había elementos de juicio que apoyaran este desagrado. También manifestaron haberse sentido cohibidos e incómodos en sus primeros encuentros.


 

Respecto de los documentales fílmicos, durante el mes de mayo de 1997, pasaron por HBO Olé una serie sobre las costumbres sexuales de los norteamericanos, titulada "Sex Bites".
Uno de los temas tratados fueron los swingers, donde se mostraban escenas supuestamente representadas por los auténticos protagonistas, mientras sus palabras en off iban desgranando opiniones sobre sus propios comportamientos, como por ejemplo las siguientes: a) "La única condición que ponemos es que lo hagamos los cuatro juntos, o al menos todos a la vista de todos", b) "Es una experiencia más que nos interesa compartir entre nosotros dos, pero con otros", y c) "No buscamos necesariamente amor en la otra pareja, sino pura y simplemente placer sexual".
Por último, existen otros lugares especiales donde se recrea el clima propicio para hacer realidad las fantasías sexuales, y entre ellas las grupales: boliches para gays, para lesbianas, cines porno, saunas, etc. Según nuestro informante, habitué de estos lugares, el clima distendido que suele ofrecerse no impide que en esos lugares deban respetarse ciertas normas, como por ejemplo no intentar relaciones no consentidas por el otro. Los códigos son bien claros: por ejemplo, quien sólo quiera ver la película en un cine porno gay, no tendrá más que sentarse levantando las butacas de los costados, y, cuando circule por los pasillos, donde suele haber gente parada, bastará con apartar suavemente alguna mano ajena con la propia. "Si te quedás quieto, perdiste", advierte el habitué.

LA BACANAL DE RUBENS

Los múltiples porqués de una actividad underground.- Cuando la actividad sexual tiene como fin la reproducción de la especie, son suficientes dos personas, de manera que la incorporación de más gente supone otro fin, vinculado más directamente con el placer o con algún otro tipo de beneficio.
Existe un amplio espectro de motivos que llevan a las personas a desear el sexo en grupo. Hay algunos que sólo pueden excitarse con la presencia de un tercero; hay hombres que no pueden conseguir una mujer y lo hacen consiguiendo una pareja porque les resulta más fácil; hay personas que aceptan el sexo grupal sólo para complacer a su pareja bajo el temor que si no lo hacen serán abandonados o engañados; el sexo grupal también puede contribuir a potenciar el sexo de la pareja, no solamente porque incorpora variantes, sino también porque el hecho de tener expectativas ante un encuentro próximo o de recordar lo realizado en dicho encuentro grupal aumenta su excitación estando solos.

Presumiblemente, las personas que se deciden a realizar sus fantasías de sexo grupal son las menos, y constituyen una de las llamadas minorías sexuales junto a otras como los gays, las lesbianas o los travestis. Las minorías sexuales se apartan del patrón estándar de comportamiento sexual impuesto por la sociedad, y por ello pueden ser cuestionados, e incluso envidiados porque se atreven a romper las reglas en aras de la obtención de un placer prohibido.


¿Qué lleva a una pareja a incorporar a un tercero/a en sus juegos sexuales? ¿Qué convierte a una pareja en swingers? Es muy probable que haya motivaciones diferentes según la pareja, motivaciones varias dentro de una misma pareja, y motivaciones comunes coexistentes con las motivaciones personales de cada uno. Entre todas estas razones, que pueden ser concientes o inconcientes, podrían encontrarse las siguientes:

a) Realizar fantasías sexuales para enriquecer la vida erótica de la pareja, evitando el tedio o la rutina que podrían afectar la relación.- El intercambio de parejas podría ser un recurso que, paradójicamente, preservase la institución matrimonial introduciendo una variante creativa que lo salvara del desgaste, el aislamiento y la monotonía.
Entre las cosas que suelen achacársele al matrimonio es el tedio sexual. En ciertos primates está comprobado que la misma pareja sexual termina aburriendo, cosa que también sucede entre los humanos. Aunque si hemos de ser rigurosos, parte de la culpa tal vez no la tenga el matrimonio sino la convivencia.
En efecto, el matrimonio es como el deporte del buceo de a dos. Al principio están ambos muy entusiasmados y comentan entre ellos sus expectativas acerca de los paisajes que recorrerán y los juegos que compartirán allá abajo. La mujer se compra el traje de novia con el mismo entusiasmo con que el futuro buceador se compra un par de tanques de oxígeno, mientras que el hombre luce orondo su smoking negro, como el flamante traje de goma del acuanauta.
Salen al mar, y en el momento de saltar juntos a las profundidades resuena la música de la marcha nupcial.
Al principio compartirán vivencias nuevas y maravillosas, pero un tiempo después a alguno le empieza a faltar el oxígeno y se comienza a sentir asfixiado, con lo cual intenta salir a la superficie: necesita un poco de aislamiento, o tal vez tener una aventura extramatrimonial para renovar el aire.
El otro cónyuge advierte la maniobra y le recrimina haberlo dejado solo en las profundidades. De aquí en más lo vigilará más estrechamente y, aún cuando se haya quedado sin aire, lo mantendrá sumergido junto con él. Es el momento donde la convivencia ha comenzado a erosionar el matrimonio, y el amor comienza a transformarse en odio y resentimiento.
Sin embargo, no está todo perdido, ya que pueden llegar a un arreglo donde ambos podrán beneficiarse: puesto que los dos necesitarán renovar el oxígeno, pueden decidir salir del agua juntos de común acuerdo y, a partir de allí, recorrer caminos distintos cada cual con un amante, o bien seguir juntos en la misma lancha haciendo un intercambio de parejas tipo swingers. Una vez que han renovado el aire, ahora sí podrán volver juntos a las profundidades, con lo que por una vez más habrán podido rescatar y hasta enriquecer su matrimonio.

b) Saber qué hace el otro.- Junto a la posibilidad de considerar la experiencia SW como un aporte al enriquecimiento de la pareja, coexisten otras motivaciones basadas en las inseguridades de uno o ambos. Puede ocurrir que, ante la sospecha de que el otro o la otra pueda ser infiel, el miembro inseguro intentará controlar la situación mediante la experiencia SW, que le permite saber inmediatamente que puede hacer el otro, hasta donde puede llegar, y si su amor es o no todo lo sólido que espera. Dicha experiencia permite atenuar la ansiedad derivada del “qué estará haciendo en mi ausencia y sin mi consentimiento”. En efecto, es común constatar que, cuando un miembro de una pareja no swinger se entera de alguna infidelidad, quiere conocer enseguida ‘todos los detalles’: donde lo hizo, qué hizo, si le dio o no un beso negro, si tuvo o no orgasmos y como los tuvo, etc. La experiencia swinger permitiría satisfacer esta morbosa curiosidad.

c) Lograr placer sexual.- Se supone que ser swinger implica tener una actividad sexual satisfactoria previa dentro de la pareja y no padecer disfunciones sexuales. Ello no quita que algunas parejas pueden encontrar en esta actividad la oportunidad de obtener el placer sexual que no logran tener juntos, como si fuera una especie de terapia. Se proponen así poder ser amantes en todo el sentido de la palabra, agregando una actividad placentera compartida equiparable a una actividad lúdica: algunos swingers consultados han descrito sus prácticas como un divertimento o como un juego.

Incidentalmente, la práctica swinger puede también procurar una forma de placer no satisfecha dentro de la pareja como el impulso escoptofílico (de scopos = mirar), habida cuenta que muchos disfrutan viendo hacer el amor a otros. En general, brinda la posibilidad de acceder a una práctica ‘prohibida’ que, en la fantasía de la persona, puede llevar a un placer muy grande y desconocido.

d) Otras razones.- Entre otras motivaciones para embarcarse en las prácticas SW podrían encontrarse las siguientes: practicar sexo con otras personas sin sentir culpa por estar engañando a la pareja ni sentirse engañado por ella, precisamente porque todo se hace con un consentimiento explícito (algunos swingers nos han dicho que un regla estricta del swinger es la de no engañar a su pareja teniendo una relación a espaldas de ella); necesidad de comparar el propio rendimiento sexual con el de otras personas del mismo sexo; poner a prueba la lealtad del otro o la fortaleza de la pareja, recreándose la posibilidad de poder ser infiel sin dejar de ser leal; o expresar disconformismo o simple rebeldía transgrediendo las reglas sociales establecidas, habida cuenta que la práctica swinger es censurada por gran parte de la sociedad.

e) Razones de los tríos: el triángulo edípico.- Entre los hábitos sexuales humanos encontramos también, además de los intercambios de pareja, los llamados tríos, y más concretamente aquellos que funcionan bajo el principio según el cual “no hay como un encuentro de tres, siempre y cuando uno de ellos sea del otro sexo”. Tenemos, así, las variantes HMH (dos hombres y una mujer) y MHM (dos mujeres y un hombre).
Una recorrida panorámica por los sitios donde se publican avisos de este tipo durante 2001 ha permitido constatar un porcentaje elevado de la variante MHM: parejas que buscan una mujer, o bien mujeres que buscan parejas.
En muchos de estos casos, la mujer se reconoce decididamente como bisexual o, más prudentemente, como ‘bicuriosa’. La condición bisexual es, tal como lo proclama el psicoanálisis, una condición universal de todo ser humano. Freud hablaba de una constitución bisexual originaria como condición necesaria para el despliegue de las experiencias edípicas, mientras que Jung ofrece su versión de ciertos complejos autónomos como el anima (o aspecto femenino del hombre) y del animus (o aspecto masculino de la mujer).

LA BACANAL DE PICASSO

La teoría de Jung nos procura la idea según la cual, por ejemplo en las mujeres bisexuales, se ha activado el complejo animus, es decir, su hasta entonces relegado o reprimido aspecto masculino. Si ahondamos a su vez en el porqué de dicha activación, deberíamos invocar no una causa única sino una constelación de causas posibles, aplicables también al hombre que busca involucrarse bisexualmente con una pareja. Por ejemplo, y siguiendo ahora una línea de pensamiento freudiana, el afán por estar incluido en un trío sería una ocasión para reeditar la situación edípica, y no solamente porque el tercero puede realizar simbólicamente su deseo de amar sexualmente por igual a ambos padres sin las restricciones de la represión, sino tal vez además porque por fin encuentra una pareja que puede ocuparse de él en el sentido de atenderlo, respetarlo y quererlo como es debido, acaso como sus padres reales nunca lo hicieron.

Algunas razones del rechazo social hacia la actividad swinger.- Fuera de su círculo, los SW suelen ocultar a los demás su condición de tales para quedar a salvo de la mirada maliciosa de la sociedad. De hecho, nunca faltan quienes ven con malos ojos esta variante del sexo, desde los sencillamente indiferentes o supuestamente condescendientes, hasta los intolerantes que también proscriben las películas condicionadas.
A los efectos de evaluar el grado de resistencia que generan las prácticas swingers, cierta vez ingresamos en un chat con el apodo Swinger. Al comienzo nadie se percató o no quiso percatarse de la presencia de un supuesto depravado en la sala, pero pronto las primeras intervenciones se limitaron a anunciarnos afirmaciones como “esos son los que intercambian parejas”, ‘esos cobran y se dedican a la prostitución’.
A continuación, otra de las damas de la sala nos increpó preguntándonos qué hacíamos en esa sala, y que me nos fuéramos a la sala de swingers “donde hacen porquerías”. Casi al mismo tiempo, recibimos mensajes alternativos: uno que nos proponía unirnos a su grupo swinger, otros que querían intervenir en un trío porque nunca lo habían hecho, y otros que nos apoyaban cuestionando la rigidez de las disidentes de la sala.
Estas polémicas ilustran la preocupación, en un sentido u otro, que tienen las personas por la actividad swinger. En la mayoría de los casos es una propuesta que se rechaza enérgicamente, incluso por personas que se consideran a sí mismas como ‘bastante liberadas’ de prejuicios.
Pero, ¿por qué esta intolerancia? Cuando uno mismo no se permite ese tipo de experiencia sexual, podemos pensar en la represión de la sexualidad, mientras que cuando no es admitido en los demás podemos considerar, además, la acción de una defensa contra un conocido afecto displacentero: la envidia.
No nos resulte extraño entonces que no estén tan censuradas las películas de violencia como lo están las 'pornográficas', cuando en realidad teóricamente debiera ser al revés, desde que en éstas últimas aparece gente que se acaricia y no que se mata, que siente placer y no temor. No hay decodificadores para las películas violentas como los hay para las 'pornográficas', en parte porque suelen ser menos atractivas, y en parte porque no engendran envidia.
Otra cuestión presente en el imaginario popular es la posibilidad de que un hábito swinger derrumbe un matrimonio. ¿Y si el vínculo sexual se transforma en enamoramiento o lleva a abandonar a la pareja anterior?
En el Chat tuvimos también ocasión de dialogar con un hombre que según él tenía bastante experiencia en estas cosas, y le preguntamos si los swingers podían padecer infidelidad, diciéndome que no, porque ellos ‘crean un clima de libertad’. Entonces, le planteamos una situación hipotética: “¿Qué pasa si estando vos, tu mujer y el otro compartiendo la cama, tu mujer termina enamorándose del otro?” A lo cual nos contestó que eso es no tener las cosas claras. Tan enigmática respuesta la entendimos de la siguiente forma: “si somos swingers, respetemos un contrato: solo habrá sexo”. Sin embargo, enamorarse no es algo que dependa de la voluntad, y va más allá de las reglas. También en el matrimonio se promete amar al otro para toda la vida, cuando es sabido que tales promesas no siempre se cumplen. Nuestro interlocutor decidió no seguir hablando con nosotros.
Pero, ¿puede un hábito swinger destruir un matrimonio, más allá de posibles infidelidades? Susana P, que no es swinger pero a quien suelo pedir opiniones sobre diversos temas, responde que “si la pareja está bien, ser swingers no sería muy diferente que hacer campamentos en verano con un grupo de amigos scouts o anotarse en un curso de expresión corporal. Si la pareja viene mal, hasta una milanesa cruda será motivo de separación. El Viejo Vizcacha del Martín Fierro mató a su mujer por cebarle un mate frío: el mate frío fue la gota que rebasó el vaso... como también puede serlo entrar en un grupo swinger”.
 

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